Dos mujeres, sus guardapolvos, la soledad de una ruta en madrugada y la espera. Hablan, se ríen. Alguien vendrá por ellas y las llevará, no tienen dudas. Saben que al final de ese viaje azaroso y arriesgado está un aula llena de alumnos que aguardan su llegada. Un colectivo repleto. Gente que duerme en los asientos. Una doctora con su chaqueta mira por la ventana. Se pregunta cómo estarán sus pacientes, si la bebé que atendió ayer ya no tendrá fiebre cuando vaya a su control hoy.
Cruza palabras con una funcionaria judicial y un abogado que viajan al lado de ella. Ojalá hoy no haya cortes de ruta, piensan. Ni accidentes que les opaquen la jornada.
El clima está raro, caprichoso. Parece que va a llover. Una joven psicóloga maneja su auto nuevo y toma café. No quiere dormirse. Imagina todas las entrevistas que tendrá ese día cuando llegue a su consultorio.
La mitad de sus vidas transcurre lejos de casa. Por cuestiones de trabajo, Concepción se ha convertido en su segundo hogar. Y muchas veces en el primero, dicen. Porque pasan largas horas allí. Porque aunque les cuesta viajar todos los días 140 kilómetros (ida y vuelta), sienten en lo más profundo que no cambiarían sus rutinas así nomás. Ya se encariñaron con la gente de ahí, con los paisajes y con las masas de una reconocida confitería del lugar. Se arriesgan. Sacrifican comodidad y tiempo con sus seres queridos.
Hablan del tiempo que pasan en La Perla del Sur como una oportunidad para hacer lo que saben y quieren. Y conocen cada kilómetro de la ruta 38 como expertos en seguridad vial.
Aunque no hay cifras sobre cuántos tucumanos viajan todos los días a Concepción por trabajo, hay ciertos rubros en los que se nota más esta modalidad. Los que más llegan de la capital a diario son abogados, funcionarios o empleados del Centro judicial Concepción. También el Hospital Regional Concepción es un imán para médicos y enfermeras, al igual que las escuelas y universidades, que tienen muchos docentes viajeros.
Para todos ellos, que pasan gran cantidad de horas lejos de sus hogares, el desafío es no sentir que lo que hacen es un peso para sus vidas. Hacer amigos en el lugar de trabajo es fundamental, al igual que aprovechar los viajes para “desenchufarse” con un buen libro o dormir para recargar energías.